Esto
no pretende ser un análisis exhaustivo de El
orgullo de mamá, sino una reflexión iluminada por un acercamiento a su
obra.
El
juego, ampliamente teorizado, Gadamer en el campo de la filosofía y Winnicott en de la psicología clínica por ejemplo, es una necesidad fundamental del hombre.
Es
en el arte donde el juego debería verse en su máximo esplendor, pero,
paradójicamente, y tristemente, suele menguar o ausentarse porque allí las
dificultades del juego también logran su esplendor.
Pero ¿cuáles serían estas dificultades?
El niño corre con una gran desventaja al jugar: no puede ser
adulto. Pero cuando llega a la adultez corre con su desventaja opuesta: no
puede ser niño.
Así
el juego del niño se vuelve demasiado inocente y por ende disipado, fragmentario, carente de
finalidad, inconcluso. El juego del adulto por su parte pareciera
demasiado peligroso y por ende
controlado, cerrado, garantizado.
A
pesar de cierto ideal romántico, la idea del artista en tanto niño es falaz ya
que éste no puede pisar más allá de su patio y así su obra se consagra en la
inexistencia.
Pero
el artista en tanto adulto es aborrecible ya que abraza una metafísica “oficialista”
para obtener sentido o reconocimiento de su actividad o simplemente para que
sus cuentas cierren a fin de mes.
El
artista debe conciliar al niño y al adulto como necesita, según Nietzche, de la
guía de Apolo y Dionisio por igual.
El orgullo de Mamá resulta, desde mi punto de vista,
un ejemplo de esto, evidente en sus sonidos y palabras (a veces sus sonidos se
oyen como palabras y a veces las palabras se oyen como meros sonidos). Pero
identifiquemos su responsabilidad lúdica en las letras:
-la
lucha contra deidades infantiles como las Tortugas ninjas.
-
el lucro cesante de juntar monedas que no existen.
-un
alfajor que al desaparecer no sólo deja de existir, sino que obliga a sus consumidores a ir a buscarlo cueste lo que cueste.
-alguien
va a un supermercado, pero para evadirse de su ambiente no juega con los
changuitos ni se esconde en su laberinto de góndolas ni lo critica como un
pseudoprogresista ni compra nada.
Atenti
a las siguientes máximas que entrañan otros enigmas, tan simples como
enloquecedores:
-Hay
ciencia en el ritmo.
-Aprender
es genial.
Cuando
alguien o varios se disponen a jugar es difícil catalogar su hacer en un género, incluso en
una disciplina. Al menos a mí me resulta injusto decir que El orgullo de mamá es
una banda de rap… cuando las personas juegan los elementos y herramientas en
cuestión parecerían intercambiables, cuando las personas tienen al juego como
regla del juego hallamos una densidad que traspasa lo artístico y se unta sobre
lo antropológico. No importa si es música, pintura o letras: juegan y punto.
Pero
es insoslayable que la obra de El Orgullo
de mamá nace en el campo de la música en su tiempo más difícil: Spinetta ha
muerto. A pesar de lo que se presupone, la muerte de un Dios-Padre nunca
produce liberación y menos cuando sobreviene inesperadamente (o sea, siempre).
Por
eso pululan día a día artistas que se entregan al homenaje. Hacen una música
agradable, cuando no bella, pero ya legitimada, cuya solemnidad y falta de
humor la acerca a una música de luto. ¿Por qué luto? Porque pareciera
recordarnos no sólo que alguien amado ha muerto, sino que nada nuevo puede nacer:
algo parecido pasa con Alejandra Pizarnik en el campo de la poesía.
Esa
música devota –porque ¡quieren ser el orgullo de papá!- es de una corrección
poética que me recuerda, según una metáfora culinaria, al puré cheff: fácil de hacer porque
ya viene hecho, sólo hay que reproducirlo, y más rico hasta que el
tiempo o el verdadero puré de papás regrese para decir lo contrario.
Hace
falta tiempo para que se haga evidente este luto encubierto. Afortunadamente,
dos “treintañeros” se subieron a una terraza y luego subieron la terraza a
Youtube para gritar desde allí <Gilda libre siempre viva> y el velorio sea
una fiesta con ellos.
Justamente
es Gadamer quien habla del arte como juego, pero también como fiesta. Y si pensamos
en Winnicott, sólo el juego puede ayudarnos a atravesar dignamente las pérdidas.
En
suma, El orgullo de mamá es espontáneo y artificial, efervescente y milimétrico, ridículo
y científico, paradojas que se repliegan como un fuelle en una sola: el niño y el adulto dándose una mano.
En
su mezcla de Mario bros y canon a dos voces, de parábola de Zenón y monstruos
olorosos, de hormigón armado y gobernadores poco confiables, tiene la capacidad,
más que de liberar, de obligarte a crear…. Crear…. Eso que no necesariamente hace
que alguien sea el orgullo de su madre, pero sí que sienta el orgullo de una
madre: de dar a vida en medio del luto que es la oscuridad del universo.
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